En 2020, tanto jóvenes como gente mayor vivían con el miedo de resultar infectados a la COVID-19; sobre todo los primeros meses de confinamiento puesto que la información era limitada e íbamos aprendiendo sobre la enfermedad conforme habían más casos. El virus reaccionaba diferente en cada uno y podía tornarse grave, sin importar la edad. Resultar infectado podía significar una sentencia de muerte. 

Las personas que enfermaban y debían permanecer en confinamiento por catorce días, compartían el sentimiento de soledad, angustia y miedo. Éstas también observaron por semanas e inclusive meses después -a lo que les llamamos ahora-  "secuelas"; tanto psicológicas como físicas. 
Eli
“En esas dos semanas entra el pensamiento de ¿y si mañana no estoy bien?".

        Elisabet, 19 años, resultó infectada con Covid- 19 en Octubre junto con su padre y madre, quienes viven juntos. Su padre, por necesidad tenía que trabajar medio tiempo en el servicio de transporte privado Uber. Su madre, igualmente tenía que ir a la oficina. 
A pesar de tomar todas las precauciones posibles como pedir el super a domicilio y lavar meticulosamente todo lo que entraba por la casa, salieron contagiados. La única persona con la que estaban en ocasional contacto, fue su hermano que vive con su novia.
Pocos días después del resultado positivo de los tres, él también salió positivo. 
La mayor preocupación de Elisabet era su madre, que padece sobre peso, hipertensión y diabetes. 
En cuanto el padre empezó con los primeros síntomas de cansancio, inmediatamente fue a hacerse una prueba rápida en la cual confirmó su sospecha. Pocos días después su madre empezó con dolor de cabeza, dolor muscular y problemas para poder respirar y empezaba a perder el olfato. Afortunadamente, los síntomas de los tres no pasaron a mayores. Con medicamentos y estar en constante monitoreo lograron recuperarse.

Su dinámica cambió: comían en platos y cubiertos desechables y a pesar de cuidarse entre los tres, Elisabet tuvo que asumir la responsabilidad de no sólo velar por sí misma, sino también por sus padres. Tuvo que seguir estrictos horarios para sus medicamentos y animarlos para tomar un baño. Se vió forzada a superar su miedo por las agujas para poder inyectar a su madre. Cuenta que requirió de mucho control emocional para poder atenderles ya que sabían que si sus niveles de oxigenación bajaban, era motivo de hospitalización, lo que le causaba constante agobio.

Otro reto que tuvo que afrontar fue la universidad. Como alumna de primer semestre, estaba muy ilusionada por por fin estudiar algo que le gusta. Le costaba trabajo ver la computadora después de cierto tiempo, presentado irritación de ojos y dolor de cabeza pero agradece la comprensión de sus profesores.

A tres meses de su infección, Elisabet presenta secuelas como pequeñas lesiones en la piel y agotamiento. Otro trazo de la enfermedad es la ansiedad y el insomnio con el que ha tenido que lidiar: "Te da covid y te queda el miedo de ¿qué tal que todavía está en mí y puedo seguir contagiando a la gente? También la ansiedad de la culpa”.

Claudia
“No sabes cómo va a reaccionar el virus en tu cuerpo; son 15 días de incertidumbre.”

Claudia, 24 años, se infectó de Covid-19 en Agosto. Empezó con fatiga en la noche antes de irse a dormir. Al día siguiente, ya tenía fiebre, pérdida del olfato y cansancio extremo. Estuvo aislada por 14 días, ya que vive con su familia. 
Los dos primeros días de infección fueron los más duros para ella con dolores musculares, fatiga y fiebre leve.
 Pasados los días sugeridos de aislamiento, fue a sacarse una placa torácica, y afortunadamente sus pulmones se veían limpios.
Así mismo, cuenta que le fue difícil encontrar doctores que le quisieran atender, sólo le ofrecían citas virtuales.



Continuó sin olfato por un mes, poco a poco lo fue recuperando. Ya a cinco meses de su resultado positivo, Claudia aún presenta secuelas del virus. A pesar de ser una joven que cuida su alimentación y ha sido activa físicamente, hoy en día le pesa hacer ejercicio como antes.
Arturo
"El 24 de diciembre de 2020 volví a nacer".

Arturo es dueño de una tienda de abarrotes, la cual tuvo que seguir atendiendo durante la pandemia. Al día siguiente de resultar positivo, empezó con problemas respiratorios. Su oxigenación llegó a bajar hasta a un 57%. La preocupación empezó a subir ya que sufre problemas cardíacos y diabetes.

Su ingreso a un hospital fue rápido a pesar de la alta demanda de camas. Estando dentro, perdió todo contacto con el mundo exterior; sólo podía comunicarse con sus familiares en ciertos horarios y con un teléfono desechable, ya que todas las pertenencias de los pacientes eran desechadas. 

Se negó a ser intubado tres veces. " Es un miedo a que te intuben [...] porque no sabes nada de tu familia ni ellos de ti. Yo deseaba que temblara para que así no me intubaran. O si venían a intubarme, estaba dispuesto a salir corriendo como en las películas americanas". Finalmente, comenzó a mejorar gracias a todos los cuidados dados por el personal médico. 

Después de pasar hospitalizado los catorce días, Arturo perdió varios kilos y padecía dolores musculares al igual de desarrollar una alta sensibilidad a la luz solar. A un año de la infección, aún llega a tener dolores musculares. Ha seguido con ejercicios de rehabilitación pulmonar y actividad física. 
Gracias al apoyo de su familia, tuvo fuerza para recuperarse durante la enfermedad y pudo salir adelante, reencontrándose con ellos una vez dado de alta. 
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